domingo, 4 de abril de 2010

Como un bote no amarrado

La más de las absolutas veces que hoy no vienen. Los rincones que hay en el trance. Las incondicionales motas, la ocasión, donde está la muerte concreta. Los abuelos muriendo. Que estar allí y aquí sea lo mismo. Son dos formas de hacer lo mismo. Estar y llegar. Y que haberlo conseguido no signifique nada. Los ángeles de la guarda. Las descripciones de islas y marineros. Las letras de Los Piratas apareciendo semiocultas en un libro. Que ella se enojara por el simple hecho de que yo leyera ese libro, que yo entendiera que había versos coincidentes con las letras de Los Piratas, de discos distintos, además. Verano muerto, como lágrimas en la lluvia. Que me pareciese bien y curioso. Que ella se enojara pese a todo. Los enfados estúpidos. Ser la única chica del barrio con la que durmió, porque sólo dormimos. ¿En qué me hace eso distinta? ¿En qué te diferencia a ti de los demás? ¿Qué importa si merecer no tiene sentido para mí? Te quiero pedir disculpas, aunque en tu opinión mis preocupaciones son siempre insignificantes. No lo hago por ti, claro, no lo hago porque lo merezcas. No importa. Es por mí, siempre es por mí. Porque soy capaz de ver musarañas, porque a nadie importa eso. Porque no hay lugar exacto. Si ya estoy muerto y sobra el tiempo. Porque tú sabes que perseguí a mujeres en la calle. Quieres que me entregue a ti mejor. Yo he encontrado algo, después de todo. Pero yo he encontrado algo. Y es esto.

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