Para empezar es inevitable comparar el
universo que aparece en este libro con el que creó Ursula K. Le
Guin para su ciclo del Ekumen. De las dos partes en que
se puede dividir la novela —dos momentos distintos de la historia
que se van alternando en los capítulos—, una se parece tanto a La mano izquierda de la
oscuridad que es imposible no pensar en un homenaje o en un
diálogo intencionado con ella. Varios puntos en los que se
acercan son: la historia de amistad entre dos seres de distinta
naturaleza, la piel oscura de los personajes, la semejanza de algunos
nombres (Genly Ai/Denz Ay y Estraven/Seivarden), la ausencia de un
amor romántico central en la trama —¡gracias, Ann Leckie!—,
el viaje cruzando un mundo helado, el interés por la antropología
y, sobre todo, su forma de tratar el género. No es que Leckie haya
usado el recurso del hermafroditismo secuencial de Le Guin, ni mucho
menos, pero sí ahonda en la problemática del binarismo de género.
Ya el planteamiento de la novela
permite abordar este tema, porque el personaje principal no es
macho, ni hembra, sino una inteligencia artificial (IA). Pero la
autora ha querido llevar su juego al extremo y hace que el idioma de la narraradora, el radchaai, no
distinga entre géneros, es decir, que todos los personajes que
aparecen en el texto son marcados con el femenino como neutro, al contrario de lo que ocurre en La mano izquierda de la
oscuridad, donde esta función la hace el masculino. Apenas
hay en el texto ni «he», ni «his», ni «him». Esto, lejos de ser
una mera curiosidad lingüística, tiene implicaciones culturales
obvias: en este mundo ficcional la comunidad que domina el universo
no distingue entre géneros ni en su lenguaje ni en su vida pública.
Plantear esto en una novela de ciencia-ficción está necesariamente
ligado a una actitud política. De hecho, la misma Leckie nos
lo hace saber en su blog:
«I’ll start with an assertion:
There is no such thing as apolitical fiction. No such thing as “just
a good story” without a political message.»
(«Empezaré con una afirmación: no hay
tal cosa como ficción apolítica. No hay tal cosa como “solo una
buena historia” sin un mensaje político». Todas las traducciones
de este post son mías: ¡lo siento!)
Ann Leckie |
Lo que quiero decir es que Ancillary
Justice es una novela feminista. Digo esto porque
pienso que su elección de género femenino como neutro no es gratuita. Y lo que
esta elección representa no es poca cosa. En cuanto a experiencia de
lectura, a una le invade una sensación de extrañeza sorprendente.
Extrañeza porque una no está acostumbrada a leer novelas de
ciencia-ficción en donde el pronombre que brille por su ausencia sea
«he» y no «she». Al principio hasta te obliga a leer hacia atrás
a ver si te has perdido algo, pero después, cuando ya estás
acostumbrada, es posible que te lleve un rato entender por qué
dice que el personaje es una «daughter» si en realidad es un «son».
Y digo que es sorprendente, al menos en mi caso, claro, porque no te
esperas esta sensación de extrañeza. No esperas que no te
resulte natural. A mi juicio la mayor gracia de la elección de
pronombres de Leckie es que hace a la lectora plantearse cosas.
¿Por qué me choca que todos los personajes sean marcados por
defecto como femeninos? ¿Qué ocurriría si lo fuesen de verdad?
¿Existe alguna novela de ciencia-ficción cuyos personajes sean
en su mayoría mujeres? ¿Por qué al revés es tan normal? ¿Por
qué lo veo yo como normal?
También es cierto que para cualquier
persona interesada en literatura no binaria, Ancillary Justice
es todavía imperfecta. Alex Dally MacFarlane lo explica muy bien en
su reseña sobre el libro (en inglés).
Otro punto que
hace de esta novela algo especial es el hecho de que la
narradora sea una IA.
Esto hace posibles frases como «she said after
five seconds of silence» («ella dijo después de cinco segundos
de silencio» p. 158) o «an atypically enclosed space 43,5 meters
high, 65,7 meters long, and 29,9 meters wide» («un
espacio cerrado atípicamente de 43,5 metros de altura, 65,7 metros
de largo y 29,9 metros de ancho» p. 13). Y, relacionado con esto, que la narradora comparta conciencia con otros cuerpos le permite enfocar un hecho desde
distintos lugares al mismo tiempo —y la autora sabe sacarle partido a esto—, al igual que representar de forma muy clara algo que es fundamental en la novela:
las fisuras en un yo unitario.
Hay otra cosa que se agradece en
Ancillary Justice y es que no pase por alto conceptos como la
lucha de clases. Obviamente no usa este término, pero hay en su
universo ficcional una intención de retratar a oprimidos versus
opresores y, lo que es todavía mejor, de no negar a los primeros la
capacidad de emanciparse.
Para ser honesta con esta reseña, voy
también a señalar lo que no me ha gustado. Diría que el único
problema que he tenido con el texto es su «estilo yanqui». Lejos de ser poca cosa, engloba una serie de problemas que quizá
para otras no lo sean, pero que a mí me molestan bastante.
Para explicar qué entiendo yo por estilo yanqui, enumeraré algunas
de las características del estilo de Ancillary Justice: es
pobre en vocabulario, efectista, lacónico, tiene giros argumentales
en lugares estratégicos —al final del capítulo, por ejemplo—,
peripecias in extremis —pero una IA las hace verosímiles, claro—,
algunos tenientes inocentes —cosa que para mí es un oxímoron— y
ese afán permanente de la novela por ser entretenida, además del final, claro,
que es muy yanqui. Tranquilas, del final solo diré eso: es muy
yanqui. De hecho, yo hubiera suprimido el último capítulo o lo
hubiera dejado para el inicio de la segunda parte. Pero de todos
estos defectos, el que peor he llevado es el de la pobreza de
vocabulario. El caso más llamativo está en la página 264,
donde la palabra slightly aparece
tres veces en un párrafo de cinco líneas. No es excusa que
la narradora sea una IA, porque en otros lugares se muestra muy
sensible con ciertos refinamientos, sobre todo la música, de la
que es una gran amante.
Al margen de posibles manías como las mías, y de gustos muy específicos, Ancillary Justice es, en
resumen, una lectura más que recomendable para toda
apasionada de la ciencia-ficción —y todavía más para quienes
prefieran las space operas— que ya estén cansadas de leer
siempre lo mismo.
LECKIE, Ann. Ancillary Justice.
Londres: Orbit, 2013. ISBN 978-0-356-50240-3
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