domingo, 19 de septiembre de 2010

Una cosa que me pasó

Una apisonadora de luz, un trueno de piedras crujiendo. Hoy las arrugas del cielo brillan tan fuerte que las luces de la ciudad enmudecieron. Todo el ruido, lento, cae sobre mi cama. Cierro los ojos y descubro que el sueño es un aguacero de hombres desnudos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Niño o árbol

Algo que va a ras de suelo. A simple vista parece que esté conectado, que un hilo muy fino le transmita la fuerza. En cambio, si uno se fija bien, se da cuenta de que hay una distancia pequeña pero insalvable entre el mundo y él. Es esta la razón por la que sus movimientos son tan rápidos, tan libres. Pero, por lo mismo, su conducta es tan errática como el viento que le empuja. Cabe preguntarse, pues, si el sentido debe buscársele en su trayectoria o más bien en la resistencia que ofrece. Es decir, lo importante es saber si es mecido o si meramente cimbra.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Campamento dorado

Voy a volver a las calles. Porque en ningún otro sitio los árboles son seres que desean evidentemente, extendidos hacia la luz y el agua del mismo modo en que ansiamos nosotros, ansiando como nosotros nos extendemos. Voy a volver a ese lugar desde el que es fácil inventar cualquier verdadera diferencia entre metonimia y metáfora —pero esto en realidad siempre es fácil para un capricornio—, donde vale el primer genio maligno —o ascendente recién sacado de la manga— que te venga a la mente. Y además vale sin mayor problema. Porque tampoco es cuestión —nunca lo fue— de poner cosas de por medio. Se dan los pasos hacia delante y de frente. De vez en cuando uno se para y mira algo que se mece. Comprende entonces que quien ha aprendido a escuchar a los árboles ya nunca más quiere ser un árbol. Pero la razón —y esto Hesse se lo calló, creo— es que quien aprende a escuchar a otro es ya ese otro.