miércoles, 25 de marzo de 2015

Características de los textos de ficción revolucionarios

Desde hace unos años me cuesta escribir ficción si siento que lo que escribo no contribuye a cambiar el mundo, y es por eso que me pregunto constantemente cómo puedo contribuir yo a cambiar el mundo escribiendo ficción. Está claro para mí que un texto ficcional verdaderamente revolucionario debe incidir en el sujeto oprimido de manera que le incite a alcanzar su emancipación. Pero ¿cómo se consigue esto? En el siguiente post intentaré responder a esta pregunta lo mejor posible.

La intención aquí es la de enumerar una serie de características que me parecen fundamentales a este respecto. En la medida en la que un texto cumpla alguna de ellas tendrá al menos un grado de subversión, mientras que si las cumple todas será, sin duda, un texto impecable, al menos a nivel revolucionario.

La separación que hago entre unas características y otras en la mayoría de los casos no es real, pero la he forzado aquí para explicarme mejor. También he resumido lo máximo posible para que todo quepa en un solo post.

1. Contenido

Este es el único punto que normalmente es usado para determinar si un texto es o no revolucionario. No voy a negar su importancia, porque la tiene, pero es importante también aclarar que no es el único.

Para determinar qué contenido puede ser subversivo en una obra de ficción no es necesario preguntarse si debe incluir personajes de clases bajas, contar historias que critiquen el sistema hegemónico, buscar simplemente la verdad…

Yo creo que es más sencillo que todo esto. Pienso que una ficción que pretenda ser revolucionaria debe simplemente reflejar un mundo en el que los oprimidos sean capaces de emanciparse, debe inyectar en el imaginario colectivo la posibilidad del alzamiento. Y existen muchas formas de hacerlo y muchos ejemplos que van desde el mainstream (Braveheart) al underground (El Eternauta).

Todo texto ficcional conlleva un modelo de mundo, incluso la publicidad, así que los escritores tienen una responsabilidad política de preguntarse si su producción tiene como referente un universo en el que el sistema dominante se presenta como único e imbatible, o todo lo contrario.

2. Lugar de la enunciación

Si hay algo que subvierta de verdad el orden establecido es precisamente que la voz de aquellos que no son favorecidos por él sea audible. Por lo tanto, si un texto es enunciado por un sujeto oprimido, ya incluye un elemento revolucionario necesariamente. Esto no quiere decir que uno producido por una persona privilegiada no pueda también tenerlo, ni que otro producido por una persona oprimida deba ser totalmente revolucionario. Repito: estamos hablando de grados.

Por ejemplo, si una mujer homosexual de una raza y/o cultura minoritaria y de clase baja que ha hecho pública su condición escribe un panfleto de cariz político conservador, evidentemente, este no puede ser tildado de revolucionario, pero este hecho hipotético e improbable ya encierra en sí una contradicción (sujeto oprimido emitiendo un discurso privilegiado), que proviene del grado de subversión que implica que un oprimido use su voz.

Por otro lado, el hecho de que un hombre blanco heterosexual de clase alta escriba a favor de los derechos de las prostitutas, por ejemplo, es inmediatamente sospechoso de paternalismo o, al menos, de equivocarse en sus reivindicaciones, pues su relación con los problemas de las prostitutas será siempre indirecto.

Para mí uno de los mejores ejemplos de discurso que cumple esta característica es Borderlands/La Frontera, escrito por Gloria Anzaldúa, mujer lesbiana, de clase baja, feminista y mestiza. También son destacables en este sentido las obras de Jean Genet, homosexual, vagabundo, ladrón y chapero.

3. Forma

Otro punto fundamental en la creación de textos revolucionarios, y que habitualmente no se tiene en cuenta, es la forma con la que el lector lo percibe.

      3.1. Estilo

Una novela de tesis escrita desde una poltrona-púlpito, sea cual sea su contenido, no es más revolucionaria que una novela frívola en cuanto a su forma.

Un texto revolucionario debe considerar al lector (quien ha de sublevarse por sus propios medios) como a un igual, como a alguien que está a la altura de quien escribe. Se trata sobre todo de empoderar, no de aleccionar.

Lo ideal en este sentido es elaborar un texto ficcional con diversos niveles de lectura para diversos gustos y capacidades, de manera que abarque el mayor número de lectores satisfechos en los que incidir. Para explicarme mejor, acudiré de nuevo a un ejemplo: Carmina y amén de Paco León. En ella hay un plano profundo que consiste en una bien tramada crítica a la sociedad en la que vivimos, sociedad que ignora la importancia de los cuidados de las personas impedidas, mientras que en un plano más superficial, lo que vemos es simplemente una película que refleja con respeto y orgullo la vida de cualquier familia obrera.

      3.2. Sujeto activo

Es necesario que el lector sea un sujeto activo, porque su subjetividad debe cambiar por ella misma cuando entre en contacto con el texto.

En cuanto a un texto de ficción, creo que hay mecanismos que provocan la implicación del lector que se han venido usando desde que existe la literatura y que siguen funcionando, tales como romper el horizonte de expectativas, la narración no lineal, la hiperficción, efectos de distanciamiento… en el fondo se trata de recompensar al lector atento, es decir, activo, lo que Cortázar llamaba lector-cómplice (en una oposición lector-cómplice/lector-hembra en la que hacía uso de una más que reprochable elección de palabras) estableciendo un retorno en la lectura, una retroalimentación.

Ejemplos de este tipo son textos como Rayuela del mismo Cortázar o cualquier librojuego.

      3.3. Identificación

No es tan importante la aparición de sujetos oprimidos en la trama como facilitar la identificación de un posible lector oprimido con estas representaciones, sobre todo en el momento de la emancipación.

El hecho de que un texto dificulte la identificación de un varón blanco heterosexual con los principales personajes es ya de por sí revolucionario. A mí, por ejemplo, como parte de la cúspide en la pirámide de privilegios (solo me falta tener pasta) me resulta muy extraño un texto escrito por y para mujeres, por ejemplo. Pero he de decir que, al mismo tiempo, se agradece esa extrañeza, porque estoy harto de leerme/escucharme/verme y es tan ingente la cantidad de cultura que me quiere representar que ya he generado una gran curiosidad por el otro casi por supervivencia. De hecho, me cuesta mucho ahora acercarme a algo escrito por un varón blanco heterosexual, simplemente porque tengo miedo de que hable en su texto de sí mismo.

Un ejemplo de esta identificación del posible lector con un personaje que vive una opresión es La plaça del Diamant (La plaza del Diamante), de Mercé Rodoreda, una de las mejores novelas escritas en el estado español en el siglo XX, cuyo personaje principal es una mujer, hecho que determina su vida.

      3.4. Polifonía

Por otro lado, es recomendable la polifonía en el texto por distintas razones. Frente al empleo de un solo protagonista, es preferible servirse de varios (para que la identificación sea posible a mayor escala) o incluso un protagonista colectivo (para que la identificación se dé como no individuo). Esto nos ayuda a matar al nocivo héroe salvador tan característico del fascismo y del capitalismo, a ensalzar la figura de la colectividad y también a acercarnos más al otro.

Un buen ejemplo de esto puede ser el narrador focalizado en distintos personajes, como ocurre en el caso de La señora Dalloway de Virginia Woolf o la saga de Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin.

      3.5. Humor

El humor siempre ha servido como arma contra el orden establecido. Mediante la sátira es posible darle la vuelta a los discursos del poder, haciendo evidentes sus flaquezas y borrando la solemnidad que este necesita para ejercerse. Además, hace que los textos ficcionales sean más atractivos para los posibles lectores.

Algunos ejemplos de textos humorísticos subversivos son el Cándido de Voltaire o el Lazarillo de Tormes y, algo más actuales, 2013 de Lucía Muñoz o Pornoburka de Brigitte Vasallo.

Mucho mejor dicho por Vilma Flores (seudónimo de Roque Dalton) así:

«Podéis juzgar
la catadura moral de un régimen político
de una institución política
de un hombre político
por el grado de peligrosidad que otorguen
al hecho de ser observados
por los ojos de un poeta satírico».

4. Producción

Tratándose de un artefacto que pretende ayudar al cambio de sistema político-económico, el modo en el que se produce la publicación de un texto revolucionario es otro aspecto principal. Aunque no siempre se tenga en cuenta voluntariamente, la mayoría de los criterios que voy a dar a continuación suelen cumplirse simplemente por razones de causa mayor.

      4.1. Sin empresarios 

Se ha de producir de manera que genere el menor grado de plusvalía posible, ya sea de forma totalmente ajena al mercado y a los controles económicos del estado, o mediante asociaciones sin ánimo de lucro, cooperativas, micromecenazgo, etc. Aquí entran en juego cuestiones que hoy están cobrando mucha fuerza como la autoedición o las pequeñas editoriales independientes.

Ejemplos de este tipo son cualquier fanzine de fotocopias o el mismo proyecto de Traficantes de Sueños.

      4.2. Independencia

Para evitar la limitación de lo publicado, es necesario que su financiación se haga de forma totalmente independiente y ajena a organismos políticos o instituciones de cualquier tipo. 

      4.3. Pagar a todo el mundo 

Es importante que todo aquel que intervenga en el proceso cobre por su trabajo, repartiendo los beneficios de la manera más equitativa posible, porque si no, se pone en peligro la viabilidad del proyecto (en el caso de que la requiera) y porque ya estamos hartos de trabajar sin recibir a cambio más que una mínima parte del dinero que generamos. 

5. Distribución

Otro factor que se suele dejar de lado de modo injusto cuando se trata de determinar la capacidad de subversión de un texto es el de la distribución. A veces tengo la sensación de que hay mucha gente que cree que un texto revolucionario ha de ser minoritario per se o que cuanto más minoritario sea, mayor será su grado de subversión. Ambas cosas son falsas.

Para que un texto sea verdaderamente revolucionario, es necesario que tenga la mayor difusión posible, porque su objetivo ideal es colar un mensaje en el imaginario colectivo, y esto no es fácil.

Además, si existe un coste de producción, habría que vender el producto para recuperar el dinero porque la continuidad es un factor importante para hacer mella. Siendo así, la mejor opción parece colocar el texto publicado en el punto de venta más general posible. Esto, claro está, entra en conflicto con nuestras ideas, pues esos «puntos de venta generales» de los que hablamos forman siempre parte del aparato capitalista más puro.

¿Hasta qué punto un texto debe sacrificar su aspecto revolucionario en función de optimizar su distribución? Para mí es muy sencillo: lo ideal es que no renuncie por ello a ninguna de las otras cuatro características que aquí he expuesto. Si lo consigue, no habrá rebajado demasiado su carga revolucionaria pese a tener una buena distribución.

      5.1. Formato

Para que el acceso al texto sea lo más fluido posible, es necesario que el formato que lo contenga tenga un precio de venta muy barato o que directamente sea gratuito. Dicho esto, se podría pensar que los mejores ejemplos son el fanzine o, directamente, cualquier plataforma online. Pero es mucho más complicado que eso.

Emplear un formato barato implica en la mayoría de los casos una distribución minoritaria y una ausencia de incentivos para los creadores, y esto no ayuda, claro está, a que el texto cumpla sus funciones revolucionarias. Hemos hablado de esto en la característica anterior.

      5.2. Para cualquier tipo de público

Un texto ficcional pierde mucha de su fuerza revolucionaria si solo es consumido por un sector concreto de la población. Lo ideal es, como ya he dicho, inyectarlo de lleno en el imaginario colectivo y, para hacer eso, vale lo dicho en el apartado de la producción, es decir, que en el texto no debe aparecer ninguna referencia a siglas concretas, ni a ideologías, ni párrafos aleccionadores, y también vale lo dicho en el apartado del estilo, es decir, que no excluya a aquellos que carecen de los suficientes conocimientos o del acceso a ciertas referencias culturales o históricas.

Debe ser un texto para cualquier tipo de público, que tenga la mayor difusión posible y que pueda ser rechazado solo ideológicamente, y nunca estéticamente, por aquellos que se encuentren cómodos en el sistema actual. Recordad que estamos hablando de textos de ficción, no de panfletos políticos.

      5.3. Licencias libres

El debate sobre los derechos de autor es antiguo, complejo y sigue en marcha. De todos modos, el rechazo de la idea del autor como creador individual y la necesidad de una difusión más libre parece llevarnos a la conclusión de que a un texto subversivo le conviene participar del copyleft.

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Estas son las características que, a mi juicio, debería tener cualquier texto ficcional revolucionario. Me encantaría que surgiesen observaciones en los comentarios de abajo, porque no pretendo tener razón con este post, sino aprender. Si has llegado hasta aquí y me has aguantado todo este trecho es porque el tema te interesa aunque sea un poco, así que es seguro que algo de lo que has leído no te ha gustado o crees que es incompleto. Te agradecería que comentaras si es así :)


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