Desde hace unos años me
cuesta escribir ficción si siento que lo que escribo no contribuye a
cambiar el mundo, y es por eso que me pregunto constantemente cómo
puedo contribuir yo a cambiar el mundo escribiendo ficción. Está
claro para mí que un texto ficcional verdaderamente revolucionario
debe incidir en el sujeto oprimido de manera que le incite a alcanzar su emancipación.
Pero ¿cómo se consigue esto?
En el siguiente post intentaré responder a esta pregunta
lo mejor posible.
La intención aquí es la de
enumerar una serie de características que me parecen fundamentales a
este respecto. En la medida en la que un texto cumpla alguna de ellas
tendrá al menos un grado de subversión, mientras que si las cumple
todas será, sin duda, un texto impecable, al menos a nivel
revolucionario.
La separación que hago
entre unas características y otras en la mayoría de los casos no es
real, pero la he forzado aquí para explicarme mejor. También he
resumido lo máximo posible para que todo quepa en un solo post.
1. Contenido
Este es el único punto que
normalmente es usado para determinar si un texto es o no
revolucionario. No voy a negar su importancia, porque la tiene, pero
es importante también aclarar que no es el único.
Para determinar qué
contenido puede ser subversivo en una obra de ficción no es
necesario preguntarse si debe incluir personajes de clases bajas,
contar historias que critiquen el sistema hegemónico, buscar
simplemente la verdad…
Yo creo que es más sencillo
que todo esto. Pienso que una ficción que pretenda ser
revolucionaria debe simplemente reflejar un mundo en el que los
oprimidos sean capaces de emanciparse, debe inyectar en el
imaginario colectivo la posibilidad del alzamiento. Y existen muchas
formas de hacerlo y muchos ejemplos que van desde el mainstream
(Braveheart) al underground (El
Eternauta).
Todo texto ficcional
conlleva un modelo de mundo, incluso
la publicidad, así que los escritores tienen una responsabilidad
política de preguntarse si su producción tiene como referente
un universo en el que el sistema dominante se presenta como único e
imbatible, o todo lo contrario.
2. Lugar de la
enunciación
Si hay algo que subvierta de
verdad el orden establecido es precisamente que la voz de aquellos
que no son favorecidos por él sea audible. Por lo tanto, si un texto
es enunciado por un sujeto oprimido, ya incluye un elemento
revolucionario necesariamente. Esto no quiere decir que uno
producido por una persona privilegiada no pueda también tenerlo, ni
que otro producido por una persona oprimida deba ser totalmente
revolucionario. Repito: estamos hablando de grados.
Por ejemplo, si una mujer
homosexual de una raza y/o cultura minoritaria y de clase baja que ha
hecho pública su condición escribe un panfleto de cariz
político conservador, evidentemente, este no puede ser tildado de
revolucionario, pero este hecho hipotético e improbable ya encierra
en sí una contradicción (sujeto oprimido emitiendo un discurso
privilegiado), que proviene del grado de subversión que implica que
un oprimido use su voz.
Por otro lado, el hecho de
que un hombre blanco heterosexual de clase alta escriba a favor de
los derechos de las prostitutas, por ejemplo, es inmediatamente
sospechoso de paternalismo o, al menos, de equivocarse en sus
reivindicaciones, pues su relación con los problemas de las
prostitutas será siempre indirecto.
Para mí uno de los mejores
ejemplos de discurso que cumple esta característica es
Borderlands/La
Frontera, escrito por Gloria
Anzaldúa, mujer lesbiana, de clase baja, feminista y mestiza.
También son destacables en este sentido las obras de Jean
Genet, homosexual, vagabundo, ladrón y chapero.
3. Forma
Otro punto fundamental en la
creación de textos revolucionarios, y que habitualmente no se tiene
en cuenta, es la forma con la que el lector lo percibe.
3.1. Estilo
Una novela de tesis escrita
desde una poltrona-púlpito, sea cual sea su contenido, no es más
revolucionaria que una novela frívola en cuanto a su forma.
Un texto revolucionario debe
considerar al lector (quien ha de sublevarse por sus propios
medios) como a un igual, como a alguien que está a la altura
de quien escribe. Se trata sobre todo de empoderar, no de aleccionar.
Lo ideal en este sentido es
elaborar un texto ficcional con diversos niveles de lectura para
diversos gustos y capacidades, de manera que abarque el mayor número
de lectores satisfechos en los que incidir. Para explicarme mejor,
acudiré de nuevo a un ejemplo: Carmina
y amén de Paco León. En ella hay un plano profundo que
consiste en una bien tramada crítica a la sociedad en la que
vivimos, sociedad que ignora la importancia de los cuidados de las
personas impedidas, mientras que en un plano más superficial, lo que
vemos es simplemente una película que refleja con respeto y orgullo
la vida de cualquier familia obrera.
3.2. Sujeto activo
Es necesario que el lector
sea un sujeto activo, porque su subjetividad debe cambiar por ella
misma cuando entre en contacto con el texto.
En cuanto a un texto de
ficción, creo que hay mecanismos que provocan la implicación del
lector que se han venido usando desde que existe la literatura y que
siguen funcionando, tales como romper el horizonte de expectativas,
la narración no lineal, la hiperficción,
efectos
de distanciamiento… en el fondo se trata de recompensar al
lector atento, es decir, activo, lo que Cortázar llamaba
lector-cómplice (en una oposición lector-cómplice/lector-hembra
en la que hacía uso de una más que reprochable elección de
palabras) estableciendo un retorno en la lectura, una
retroalimentación.
Ejemplos de este tipo son
textos como Rayuela del mismo Cortázar o cualquier
librojuego.
3.3. Identificación
No es tan importante la
aparición de sujetos oprimidos en la trama como facilitar la
identificación de un posible lector oprimido con estas
representaciones, sobre todo en el momento de la emancipación.
El hecho de que un texto
dificulte la identificación de un varón blanco heterosexual con los
principales personajes es ya de por sí revolucionario. A mí, por
ejemplo, como parte de la cúspide en la pirámide de privilegios
(solo me falta tener pasta) me resulta muy extraño un texto escrito
por y para mujeres, por ejemplo. Pero he de decir que, al mismo
tiempo, se agradece esa extrañeza, porque estoy harto de
leerme/escucharme/verme y es tan ingente la cantidad de cultura que
me quiere representar que ya he generado una gran curiosidad por el
otro casi por supervivencia. De hecho, me cuesta mucho ahora acercarme a
algo escrito por un varón blanco heterosexual, simplemente porque
tengo miedo de que hable en su texto de sí mismo.
Un ejemplo de esta
identificación del posible lector con un personaje que vive una
opresión es La plaça del Diamant (La plaza del Diamante),
de Mercé Rodoreda, una de las mejores novelas escritas en el estado
español en el siglo XX, cuyo personaje principal es una mujer, hecho
que determina su vida.
3.4. Polifonía
Por otro lado, es
recomendable la polifonía en el texto por distintas razones. Frente
al empleo de un solo protagonista, es preferible servirse de varios
(para que la identificación sea posible a mayor escala) o incluso un
protagonista colectivo (para que la identificación se dé como no
individuo). Esto nos ayuda a matar al nocivo héroe salvador tan
característico del fascismo y del capitalismo, a ensalzar la
figura de la colectividad y también a acercarnos más al otro.
Un buen ejemplo de esto
puede ser el narrador focalizado en distintos personajes, como ocurre
en el caso de La señora Dalloway de
Virginia Woolf o la saga de Canción de hielo y fuego de
George R. R. Martin.
3.5.
Humor
El humor siempre ha
servido como arma contra el orden establecido. Mediante la sátira
es posible darle la vuelta a los discursos del poder, haciendo
evidentes sus flaquezas y borrando la solemnidad que este necesita
para ejercerse. Además, hace que los textos ficcionales sean más
atractivos para los posibles lectores.
Algunos ejemplos de textos
humorísticos subversivos son el Cándido de Voltaire o el
Lazarillo de Tormes y, algo más actuales, 2013
de Lucía Muñoz o Pornoburka
de Brigitte Vasallo.
Mucho mejor dicho por Vilma Flores (seudónimo de Roque Dalton) así:
«Podéis juzgar
la catadura moral de un
régimen político
de una institución política
de un hombre político
por el grado de peligrosidad
que otorguen
al hecho de ser observados
por los ojos de un poeta
satírico».
4. Producción
Tratándose de un artefacto
que pretende ayudar al cambio de sistema político-económico, el
modo en el que se produce la publicación de un texto revolucionario
es otro aspecto principal. Aunque no siempre se tenga en cuenta
voluntariamente, la mayoría de los criterios que voy a dar a
continuación suelen cumplirse simplemente por razones de causa
mayor.
4.1. Sin empresarios
Se ha de producir de
manera que genere el menor grado de plusvalía posible, ya
sea de forma totalmente ajena al mercado y a los controles
económicos del estado, o mediante asociaciones sin ánimo de
lucro, cooperativas, micromecenazgo, etc. Aquí entran en juego
cuestiones que hoy están cobrando mucha fuerza como la autoedición
o las pequeñas editoriales independientes.
Ejemplos
de este tipo son cualquier fanzine de fotocopias o el mismo proyecto
de Traficantes
de Sueños.
4.2.
Independencia
Para
evitar la limitación de lo publicado, es necesario que su
financiación se haga de forma totalmente independiente y ajena a
organismos políticos o instituciones de cualquier tipo.
4.3.
Pagar a todo el mundo
Es
importante que todo aquel que intervenga en el proceso cobre por su
trabajo, repartiendo los beneficios de la manera más equitativa
posible, porque si no, se pone en peligro la viabilidad del
proyecto (en el caso de que la requiera) y porque ya estamos hartos de trabajar sin recibir a
cambio más que una mínima parte del dinero que generamos.
5.
Distribución
Otro factor que se suele
dejar de lado de modo injusto cuando se trata de determinar la
capacidad de subversión de un texto es el de la distribución. A
veces tengo la sensación de que hay mucha gente que cree que un
texto revolucionario ha de ser minoritario per se o que cuanto más
minoritario sea, mayor será su grado de subversión. Ambas cosas son
falsas.
Para que un texto sea
verdaderamente revolucionario, es necesario que tenga la mayor
difusión posible, porque su
objetivo ideal es colar un mensaje en el imaginario colectivo,
y esto no es fácil.
Además, si existe un coste
de producción, habría que vender el producto para recuperar el
dinero porque la continuidad es un factor importante para hacer
mella. Siendo así, la mejor opción parece colocar el texto
publicado en el punto de venta más general posible. Esto, claro
está, entra en conflicto con nuestras ideas, pues esos «puntos de
venta generales» de los que hablamos forman siempre parte del
aparato capitalista más puro.
¿Hasta qué punto un texto
debe sacrificar su aspecto revolucionario en función de optimizar su
distribución? Para mí es muy sencillo: lo ideal es que no renuncie
por ello a ninguna de las otras cuatro características que aquí he
expuesto. Si lo consigue, no habrá rebajado demasiado su carga
revolucionaria pese a tener una buena distribución.
5.1. Formato
Para que el acceso al texto
sea lo más fluido posible, es necesario que el formato que lo
contenga tenga un precio de venta muy barato o que directamente
sea gratuito. Dicho esto, se podría pensar que los mejores
ejemplos son el fanzine o, directamente, cualquier plataforma online.
Pero es mucho más complicado que eso.
Emplear un formato barato
implica en la mayoría de los casos una distribución minoritaria y
una ausencia de incentivos para los creadores, y esto no ayuda, claro
está, a que el texto cumpla sus funciones revolucionarias. Hemos
hablado de esto en la característica anterior.
5.2. Para cualquier tipo
de público
Un
texto ficcional pierde mucha de su fuerza revolucionaria si solo es
consumido por un sector concreto de la población. Lo ideal es, como
ya he dicho, inyectarlo de lleno en el imaginario colectivo y, para
hacer eso, vale lo dicho en el apartado de la producción, es decir,
que en el texto no debe aparecer ninguna referencia a siglas
concretas, ni a ideologías, ni párrafos aleccionadores, y también
vale lo dicho en el apartado del estilo, es decir, que no excluya a
aquellos que carecen de los suficientes conocimientos o del acceso a
ciertas referencias culturales o históricas.
Debe
ser un texto para cualquier tipo de público, que tenga la mayor
difusión posible y que pueda ser rechazado solo ideológicamente, y
nunca estéticamente, por aquellos que se encuentren cómodos en el
sistema actual. Recordad que estamos hablando de textos de
ficción, no de panfletos políticos.
5.3.
Licencias libres
El debate sobre los derechos
de autor es antiguo, complejo y sigue en marcha. De todos modos, el
rechazo de la idea del autor como creador individual y la necesidad
de una difusión más libre parece llevarnos a la conclusión de que
a un texto subversivo le conviene participar del copyleft.
———————
Estas son las
características que, a mi juicio, debería tener cualquier
texto ficcional revolucionario. Me encantaría que surgiesen
observaciones en los comentarios de abajo, porque no pretendo tener
razón con este post, sino aprender. Si has llegado hasta aquí y me
has aguantado todo este trecho es porque el tema te interesa aunque
sea un poco, así que es seguro que algo de lo que has leído no te
ha gustado o crees que es incompleto. Te agradecería que
comentaras si es así :)
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