Algunas mañanas, si dejas de respirar por un momento y te llevas una mano al pecho, puedes oír por la radio la historia de la calle de la cabeza. Precisamente esa calle. Y garrapateas en un papel mientras alguien fuera fuma un cigarrillo que érase una vez un cura envidiado por su criado. Para luego, en algún borroso momento de la noche de ese mismo día, tener una polución otra vez. Digo borroso porque todo se me hace difuso y se esfuminan los márgenes desde el momento en que apagué la luz, cerré los ojos y descubrí así que había estado llorando, que no me encontraba bien y que la fiebre y que las pastillas. Por eso lo del criado que corta con un hacha la cabeza del cura. Y un busto de piedra que los vecinos hacen retirar pese a Felipe III y el papel garrapateado en el purgatorio en lugar de en la basura. Después el sueño en que me trasplantaban el tronco y las extremidades.
—Pero —dije desesperado—, ¿qué hemos solucionado entonces? ¿Qué es lo que se supone que voy a hacer si me habéis dejado la misma cabeza?
Años más tarde, en el Rastro, un alguacil que sospecha. Chorretones de sangre. Un milagro y una ejecución inminentes. En ese momento apago la cuarta alarma del día siguiente, pienso que la justicia poética es un premio de consolación y que tendré que cambiarme para ir al trabajo porque es tarde y no me da tiempo a ducharme y recuerdo vagamente —difusamente— haber tenido otra vez una polución nocturna.
Me encanta lo de garrapatear papeles. Deberías patentarlo. Qué bonito y qué verbo tan bien traído.
ResponderEliminarQué chulo el textito y qué de historias pasan en tu dormitorio, dentro y fuera de tu cabeza. ¿Cómo sienta eso de que te descabecen? Yo creo que si la tête está tan contaminada lo mejor debe ser cortarla. :)