lunes, 16 de enero de 2012

Valencia


Ahora mismo la ciudad llueve una inmensa y blanda lengua de agua porque el mar quiere hacernos suyos. El viento es hombres que murieron enfurecidos. El mar de cielo y lechuga. El visitante abre la boca. El mar de cielo y lechuga y sal.
Alimentando la red eléctrica, esta ciudad es un músculo latente. Su belleza recorre las calles sobre infinitas piernas soberbias mientras el tiempo se le quedó atascado en las cañerías. Tan a menudo la bombilla muere que se nos hace eterna. (Yo creo que nunca deja de llover, aunque unos días moje y otros no). La cisterna siempre llena. (El agua corriente en círculos: ayer me salpicó en la ducha un viejo miedo muerto que reconocí al instante).
Entre luces de videojuego cada mundo se deja ver sin mirar. Nadie sabe qué es la noche aquí, sólo cielo en carne viva una vez al día. Sin mirar otros mundos, nadie sabe quién vive aquí. Atónitos ante el portento del grifo goteante, pasmados enfrente del lento, lento crecimiento de la planta del comedor; como acojonados por una belleza, como una turbia piscina por dentro donde tranquilas flotan piezas sueltas de un laberinto hecho de telaraña.

2 comentarios:

  1. ¿Escribiste esto en Alboraia? A mí más que a Valencia, me ha recordado a Alboraia. Y me parece un texto bien bonito y evocador.
    Qué guay que tengas tan puestas las pilas con el blog. :)

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  2. Pues cuando escribí esto vivía en Alboraia, sí. Echa las cuentas de los años que hace. Lo digo por lo de tener las pilas puestas… Este mes es todo material reciclado. Pero me apetecía ponerlo aquí desde hace mucho tiempo. Aunque me da vergüenza reconocerlo, he esperado a que en Valencia estuviese lloviendo…

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