martes, 5 de octubre de 2010

Cuentas pendientes


Te imagino mordiendo la esquinita de una mesa, como si yo hubiera decidido escribir una novela al año. Por alguna razón tienes los ojos de color gris. Una telilla crea una bolsa rellena de humores turbios entre el mundo y tú. Y muerdes y chupas y reblandeces así la madera de la mesa con insistencia canina. El sabor es el de siempre. Ya conociste las otras esquinas. Ya sabes que es escupir las astillas y tragar la saliva cuando está a punto de caer, cuando ya es demasiada y cuando su sabor es el de siempre. Atento, bien atento al proceso de arromar las puntas. Una cosa predecible, una cosa ya sabida. Y roes como cualquier animal que busca algo. Pero tú no buscas nada. Tú roes de forma pura. No haces nada más que roer royendo. Te quiero así. Tienes mi bendición. Yo te ordeno. Tú mandas. Dos veces más. La mesa es tuya y el salón es mío. Consígueme una lucha así para mis tardes libres. Toda mi fe está en ti. Soy tu esclavo. Me gustaría que, por una vez al menos, tuvieses la claridad mental suficiente para fustigarme. Durante las horas en que es de noche. Como si solo haciendo estos tachones en el texto pudiese llegar al final de la página. Como me merezco, cariño.

1 comentario:

  1. Lo que no entiendo (seguramente porque no hay nada que entender) es el título.
    O es que el/la pobre está ajustando cuentas consigo mism@... A ver si le dan lo que pide sin que se lo pida, que es como deberían darse siempre las cosas.
    En contra nuestra tenemos que no es posible saber qué necesitan los otros en todo momento y que tampoco hace falta, coñe. Así cuando acertemos, más lo celebraremos, ¿o no?

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