Este post es la tercera parte de una serie. Si quieres leer los anteriores pincha en los siguientes enlaces:
Hay quien dice que todo esto que se está intentando desde el 15M ya se intentó antes, que las cosas cambian para no cambiar y que la Historia es cíclica… Bueno, sea como sea, lo cierto es que leyendo Tres guineas he flipado con el hecho de que la Inglaterra de 1938 desde la que escribe Virginia Woolf se parezca tanto a la España de 2011. Para muestra un botón:
«Al parecer, usted se considera hija de un hombre con educación y sin embargo pretende ignorar la realidad que, dicha en pocas palabras, consiste en que cada periódico está financiado por un grupo diferente; cada grupo sigue una política; cada grupo contrata a escritores que propugnen esa política y, si los escritores no están de acuerdo con dicha política, en menos que canta un gallo se encuentran, como usted quizá recordará si reflexiona unos instantes, en la calle y sin empleo. En consecuencia, a poco que quiera usted saber la realidad, en lo concerniente a la política, debe leer por lo menos tres periódicos diferentes, comparar, por lo menos, tres diferentes versiones de un mismo hecho, y llegar, por fin, a sus propias conclusiones» (1999, p. 169).
¿No os suena de algo todo esto? Pues ya era así en la Inglaterra del siglo pasado. Más:
«¿No es posible que si supiéramos la verdad en lo referente a la guerra, la gloria de la guerra quedaría aplastada, encogida, reposando sobre las podridas hojas de col de nuestros prostituidos suministradores de realidades?» (1999, p. 172).
Pero lo sorprendente no es solo la similitud entre su análisis de los medios de comunicación y el que podríamos hacer nosotros, sino en la solución que plantea la misma Virginia Woolf para sortear este oscurecimiento mediático de la realidad:
«De todas maneras, Madam, la imprenta de propiedad privada es un hecho real, al alcance de quienes tienen ingresos solamente moderados. Las máquinas de escribir y de sacar copia son también realidad, y aún más baratas. Por el medio de utilizar estos instrumentos baratos y, por el momento, todavía permitidos, podrá usted liberarse de las presiones de los grupos, las políticas y los directores» (1999, p. 173).
¿No está pidiendo en 1938 que se invente Internet? Sea como sea, y por suerte, Internet es ya un «hecho real», así que hagamos uso de ella para «liberarnos» de los intereses de los que manipulan grandes medios de comunicación. Al menos, eso hago yo ahora mismo.
Pero, ya que escribo mi última guinea, permitidme que incida de nuevo en otra realidad que, aparentemente, tampoco ha cambiado demasiado desde el 38. Lo cierto es que me da un poquito de miedo volver a sacar el tema del feminismo, lo reconozco, pero no se puede hacer otra cosa si el libro sobre el que escribes es Tres guineas, aunque lo leas desde la calle.
Todo el mundo que esté familiarizado con el feminismo sabe el interés y la repulsión que la figura de Virginia Woolf despierta al mismo tiempo entre las filas de las militantes. Esto es así porque también se moja. Y es lo que nos espera a todos los que lo hacemos.
Con una sola cita os podéis hacer una idea de lo que acabo de decir:
«¿Habrá algo más pertinente que destruir una vieja palabra, una palabra brutal y corrupta que, en su tiempo, hizo mucho daño y que ahora ha caducado ya? Se trata de la palabra “feminista”» (1999, p. 179)
Es fundamental, creo yo, que tengáis en cuenta el año en que Woolf escribe esto…
Hoy estamos en 2011, y la gente ha salido a la calle. Desde esa calle, os recuerdo, estoy leyendo yo Tres guineas, así que os diré que la Comisión de feminismos abandonó Acampada Sol. Supongo que sabéis qué pasó. Si no es así, os recomiendo que leáis el documento del jueves 2 de junio.
¿Qué es esto? ¿Por qué no se entendieron dos movimientos que van en la misma dirección? Dentro de Tres guineas volvemos a encontrar una respuesta. Allí la palabra clave esta vez es la de «diferencia». Porque esta sociedad no trata de igual modo a un sexo que a otro. En el espacio público sigue habiendo una mayoría de hombres y en el privado de mujeres —por suerte, mucho más en el 38 que en la actualidad—. Como las cosas están así, las últimas no pueden llevar a cabo objetivos comunes «con los medios públicos en público, sino con medios privados en privado» (1999, p. 199). Es otro campo de batalla. Es otro frente. Según Woolf, «la mejor manera en que [las hijas de los hombres con educación] podemos ayudarle a evitar la guerra no consiste en repetir sus palabras y en seguir sus métodos, sino en hallar nuevas palabras y crear nuevos métodos. La mejor manera en que podemos ayudarle a evitar la guerra no consiste en ingresar en su sociedad, sino en permanecer fuera de ella, aun cuando colaborando a sus fines» (1999, p. 252).
Tuve una conversación con una amiga sobre esto y ella me dejó bien claro que el problema de las mujeres no es el mío, por más que yo lo haga mi propio problema, sencillamente porque soy hombre. Yo no lo entendí. Woolf sí. Woolf era mujer.
Mi amiga me dijo que yo no podía luchar por las mujeres, sino junto a las mujeres. Arrimar el hombro, desempoderarme en su favor, minar el patriarcado desde dentro… Pero la lucha feminista era suya y eran ellas las que tenían que conseguir sus éxitos.
Ya que las cosas están así, ¿cómo integrar los feminismos en el 15M, si este no sólo está integrado por mujeres? Según algunos, sencillamente no se puede, es imposible. Al menos esto se deduce de la lectura de posts como el siguiente: ¿Será feminista la revolución?
Sea como sea, a mí me consta que el comunicado de la Comisión de feminismos de Sol iba en serio cuando decían aquello de «no nos desvinculamos» y que, al menos en Madrid, las feministas siguen en las calles, en los barrios e integradas en el 15M como cualquier otro colectivo.
Llegados a este punto, todavía me falta una guinea que dar, la última. ¿Qué hago con ella? ¿A quién se la entrego? Me la quedaría si me dejaran cambiarla por euros. Así podría pagar un alquiler en Madrid y dejar ya de leer desde la calle… Pero no, eso no puede ser porque, ya dijimos, estas guineas no son dinero contante y sonante. De todos modos, queramos o no, esta última guinea ya tiene dueño: cualquier sociedad que nos permita tener acceso directo a la información. Y ahí queremos llegar todos, mujeres y hombres. Ya sea juntos o cada uno por su lado.
WOOLF, Virgina (1938), Three Guineas, Quentin Bell and Angelica Garnett. Trad. esp. Tres guineas, Barcelona, Editorial Lumen, 1999.