lunes, 3 de septiembre de 2012

Control

Estoy en la ducha frotándome la polla con la esponja cuando de repente escucho a mis vecinas orientales conversar a gritos al otro lado del patio. Me la agarro y digo en voz alta —mis compañeras de piso no están— «¿qué pasa, putillas vietnamitas?».
Inmediatamente me doy cuenta de que ni siquiera estoy cachondo y que quizá no debería de haber dicho eso. Pronto me arrepiento mucho de haberlo dicho.
¿De dónde habrá venido esa frase? ¿Por qué la he pronunciado yo? Lo cierto es que me ha salido de dentro. Lo he dicho sin pensar y sintiéndolo. De hecho, ha venido directa de mi interior, no como mi arrepentimiento, que ha nacido a posteriori. Así es que, sea como sea, aunque me dé vergüenza, yo soy una persona que se la agarra y dice «¿qué pasa, putillas vietnamitas?».
Mientras me enjuago tengo una inevitable conversación imaginaria con Lucía.
—¿Qué harías tú si fueses dos personas? —le pregunto.
—Las personas tienen que ser naturales, decir lo que piensan y comportarse como se sientan —me responde la Lucía que tengo en mi cabeza.
—Sí, ya, pero ¿y si lo que soy en realidad no me gusta?
—Entonces, si te niegas a ti mismo, estás viviendo una mentira. Y eres falso con los demás.
—Pero ¿no hace eso todo el mundo? ¿La gente no se muerde la lengua por no insultar? ¿No se humillan todos por dinero?
—Sí, pero hasta cierto punto. La verdad siempre acaba saliendo a la luz.
—Entonces, ¿qué hago? ¿Qué se supone que tengo que hacer si cada vez que me paro a pensar descubro en mí una incoherencia más?
—No te preocupes tanto por el control.
—En ese caso me quedaría solo.
—Entonces es porque lo mereces.

2 comentarios:

  1. Tú no eres lo que fantaseas, yo puedo fantasear con meterle una pala por el ojo a alguien, y sentirme muy bien. Si lo hiciera en la vida real, porque puedo, porque estoy loco, no me sentiría nada bien, no por las consecuencias, si no porque esto va contra mi forma de vida, contra mí mismo. Lo fantaseo generalmente significa que nunca lo haré.

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  2. ¡Qué honor un comentario tuyo, querido Anónimo! Cuánta razón tienes y qué pequeña es la anécdota que cuento aquí.
    Para mí la gracia del texto está en el narrador obsesionado más que en la verdad que pueda haber en la hipótesis que plantea. Pero bueno, el texto está ahí arriba y mejor no lo cerremos del todo.
    ¡Gracias por comentar!

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