Esto es lo que creo que dije en la
presentación de Hemos venido a darlo todo
el
17 de mayo de 2014 en La Central del Museo Reina Sofía de Madrid
Ante todo quiero dar las gracias al
Museo Reina Sofía, a esta librería, a Sara, que es una pena que se
esté perdiendo esto, a Íñigo López Palacios por acceder a estar aquí hoy y sobre todo a Ana, por tantas cosas.
Esta es la primera presentación al uso, con micro y todo, que organizamos en la editorial Ofegabous, así que estamos muy ilusionados por hacerla, aunque también es cierto que la presentación de un libro de Wences Lamas muy normal no puede ser. Ya os aviso.
Le pregunté en su momento a Wences qué quería que dijese aquí. Y él me contestó que lo que me naciera, lo que pensase realmente del libro. Yo creo que dijo eso porque no me conoce. Pero bueno, le voy a hacer caso igualmente porque en el fondo entiendo por qué dijo eso. Y es que sabe que una de las mayores virtudes de Hemos venido a darlo todo es que es un libro pensado para que cada ejemplar sea especial para cada lector. Y al fin y al cabo para eso estamos aquí, para daros una idea de lo que hemos publicado.
Pues bien, en mi caso, lo que me viene a la cabeza
cuando pienso en él es que este libro está vivo.
Y voy a dedicar los siguientes minutos a explicar esto.
Hoy en día se tiende a hacer las cosas
lo más uniformes posible, como si se quisiera borrar la mano del que
las hace, como si no quisiéramos que se notase que las han hecho
personas. Las casas, las cucharas, la ropa, todo es tan regular, tan
liso, tan lleno de ángulos rectos… Es como si las cosas ahora no
se hicieran para las personas, o como si se esperase que las personas
tuvieran que ser tan planas como ellas.
Todo esto, obviamente, responde a
intereses económicos. Es necesario producir más si quieres vender
más. Y al final todo acaba convertido en montoncitos de perfectas
líneas rectas. La producción en cadena es lo que tiene, que después uno no
es capaz de distinguir un producto de otro. La figura del artesano ha
desaparecido y aún diría que la del operario de las máquinas se ha
vuelto invisible, porque la huella que deja en el producto es mínima.
Y nada parece indicar que una cuchara perfecta sea más útil para
las manos imperfectas de los seres humanos…
Bueno, todo este rollo que os he soltado viene porque
lo mismo pasa con los libros. Ahora se hacen como todo lo demás:
uniformes, lisos, intentando borrar la mano de quien los ha hecho,
dejando como única marca de los responsables de su creación
(que suelen ser muchos) el nombre de quien lo ha ideado debajo del
título. Y lo curioso es que, en muchos casos, el autor no controla
las páginas, quiero decir que no ha hecho el libro página a
página, sino palabra a palabra o dibujo a dibujo… Como un
arquitecto que entrega los planos y se desentiende.
A mí siempre me han gustado los libros
de segunda mano porque la persona que los ha leído anteriormente ha
dejado allí su huella y los ha humanizado. De algún modo les ha
dado vida. Hasta me gusta que estén subrayados o con anotaciones en
los márgenes. Joder, es que un libro es para vivirlo, es para
usarlo, para que haya una relación con el lector, una relación que
por fuerza tiene que dejar rastro. Y siempre he tendido a creer que
los libros son objetos que funcionan como esponjas en ese sentido.
Por suerte hoy en día están saliendo
editoriales que tienen en cuenta esto. En esta librería, por ejemplo, podéis encontrar muchas. Y no me extraña porque
cualquiera no se aburre de tanta superficie pulida y tan poca
humanidad. Yo agradezco mucho que alguien, un autor o un editor, se
lo curre y deje su marquita en el libro, lo dote de algo de vida.
Pues bien, yo creo que Wences con Hemos
venido a darlo todo ha conseguido eso mismo, ha conseguido hacer
un libro que rezuma humanidad.
Supongo que todos los que estáis aquí
lo habréis visto, si no todo, al menos en parte. Lo primero que
llama la atención son sus tapas en tela, que le dan un toque áspero,
es decir, ¡tiene tacto! ¿Por qué a las editoriales les cuesta tan
poco renunciar a una dimensión sensorial? Parece como si en los
libros solo fuera importante la vista y ya. ¡Cuando hay tanto con lo
que jugar! Por ejemplo, el olor. Que este hule muy bien, por cierto,
aunque a mí lo del olor en realidad me parece una lotería. Nunca sabes cómo va
a venir de imprenta. Supongo que nosotros hemos tenido suerte.
Después está la estampación en
dorado, que si os fijáis, no hay dos iguales, así que de algún
modo cada ejemplar de este libro es único empezando ya con la
portada.
Otra cosa, y la que más extraña
cuando el libro se abre, por lo menos a mí, es la casi total
ausencia de letra de molde. Prácticamente cada letra de este libro
está dibujada por la mano de Wences. También el hecho de que casi
todo el libro está cortado a sangre, aprovechando cada centímetro
de página para añadir un nuevo detalle, elimina ese punto de
uniformidad que dan las pautas. Wences se ha cargado los márgenes
por completo. Porque a él no le bastaban las 232 páginas hechas una a una. No. ¡Él
quería también los márgenes de esas 232 páginas! Cosa que nos dio
algún dolorcillo de cabeza en la imprenta, pero yo creo que al final valió la pena.
Y más allá de la dimensión impresa
está el contenido. Wences ha reunido aquí historias y dibujos que
van desde su adolescencia a un día antes de llevar a imprenta el libro.
De hecho yo siempre defenderé que Hemos venido a darlo todo
no es que sea DE Wences Lamas, sino que ES Wences Lamas. Cada página
tiene detrás una historia personal, una situación vivida o
imaginada. Aquí están su familia, sus amigos, sus amores, sus
conocidos… incluso gente de la que yo creo que no se acuerda ni del
nombre. Wences os podría estar hablando horas del libro y de sus
detalles, de sus correspondencias internas y externas, de cuándo
hizo ese dibujo, de cuándo sacó aquella foto. Esto hace que el
libro sea prácticamente interminable y que pueda ser leído varias
veces encontrando cosas distintas en cada lectura.
Y por si esto fuera poco, todos los
ejemplares han sido manipulados uno a uno por él, por Mayte, mi
hermana y la otra mitad de Ofegabous, o por mí. Tanto las guardas
delanteras como las traseras han sido selladas con dos sellos
especiales diseñados por Wences, y todos tienen un
original suyo pegado en el centro del libro, seleccionado de entre su
montaña de dibujos, libretas del colegio, listas de la compra y
locuras varias. Esto es para asegurarse de que una parte de su vida,
un fragmento personal que le ha acompañado en algún momento y del
que ahora se desprende, está metido dentro del libro.
De manera que, al igual que los
artesanos, Wences ha conseguido producir algo que está marcado por
sus manos, que demuestra haber sido creado por una persona que ha
dejado parte de él en ello, y que rezuma, alberga y espera
humanidad.
Y nuestra labor, la de Ofegabous, la de
Mayte y la mía ha sido ayudar a Wences a que cada lector de Hemos venido a darlo todo lo sienta así y esté cómodo en esta cosa imperfecta, pero
viva, que hemos preparado para él. Espero que hayamos acertado.
Y ya.
Y ya.
Hay una pequeñita crónica de la presentación y algunas fotos aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario