Como si de leer en otro idioma se tratase, las lavadoras necesitan su tiempo exacto para escupir correctamente la ropa. Pese a ello, por las noches disfruto dentro de ese sueño en el que, simplemente, estoy en la calle. Como intuir que la última fresa del cajón ya está podrida, o calcular a ojo la inmediata fecha de caducidad del post-it que apareció pegado a tu brazo justo en el momento en que habías perdido la conciencia.
¿Qué hacer cuando estamos atados a nuestros electrodomésticos con estas cuerdas de alto voltaje? La sensación de que no estoy viviendo, sino viajando. ¿Qué hacer si prefiero agotarme a acabar, si me arden las mejillas cuando dentro de la oficina pienso en lo que hay fuera? Parece que esta brisa donde nunca la hubo anuncia el fin del mundo todas las noches. Por eso dos veces vacilo: hacia lo que soy y hacia lo que puedo ser.
No hay derecho a que esa brisa agorera venga a visitarte. Lo digo muy en serio, Juan Diego. No es justo.
ResponderEliminarYa pones títulos en francés y todo, amigo. Jeje ¿Apuntas hacia algún sitio?
Me encanta que este blog se actualice tan a menudo!
Un abrazo.