domingo, 26 de diciembre de 2010
Zapping
En la boca, dice ella. Un inquieto ejército de insectos rojos es su sombra contra el radiador. Pan ahogado en un muelle, pilares reverdecientes, luz de linterna y no hay prueba que delate al asesino… Ella es callada pero profunda, dice uno. Un poco de leche caliente. Espero que sea profunda, dice el otro, porque si no, ha perdido el tiempo estando callada. En la boca, dice él. Ella ha muerto: un colmillo de mosca se le clavó en la oreja. Ella sonríe y su pelo rojo lava el aire. Él se balancea en un columpio pintado de cielo gris, medio sonríe ahora. ¿Qué tipo de vegetal te gustaría ser? dice uno. ¿Una consuelda? Tela blanca empapada. Ella vestida con un traje de sangre que le sienta bien, ceñido y coquetón. Cae por la puerta el perro. ¿Quizá una genciana? Te quiero. ¿Qué es la fase cuatro? Él mata a su madre, apuñala con un bate de béisbol, caja con un cartapacio y suela con una coca alta. Se cepilla lánguidamente su pelo largo, largo y negro. Negro. Te amo porque. Una sonrisa. Ella está borracha y escupe flema fucsia. Hueso derretido. Uno habla pero no dice nada. En mi boca, dice ella. En tu boquita, dice él. Una teta y un zapato. La belleza está aquí dentro, miente ella. En mí, miente él. Y en mí —ella—, porque te quiero porque. Llamad al timbre. Péinate la libido hacia delante, hay que pasárselo bien. La noche es un día con alas, las alas son tú sin ti. Acércate a la roca. Conviértete en eso, deséalo. Haz, di. No te duele. El sexo se ha marchado de vacaciones y nos ha dejado aquí su cuerpo inflado. ¡Déjame hablar a mí, coño! Mírame. La niña baila en el chicle de nieve. La zapatilla azul vuela y tropieza. Te quiero. Yo también. Que acierte el hombre del tiempo. Tócame. Te toco. Te escucho. Te quiero porque.
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