domingo, 23 de enero de 2011

De caza

Mª José, Carlos y yo, Francisco Javier, éramos una pandilla de amigos a los que les gustaba reunirse sobre un contenedor de cristales y hablar y jugar.
Mª José tenia ocho años y Carlos y yo teníamos once, cosa que quiere decir que aún éramos pequeños cuando emprendimos esta aventura.
—¡Hoy tenemos caza*! —gritó Mª José alocadamente mientras se dirigía al banco en que Carlos y yo hablábamos de quién sabe qué.
—¡Bien! —dije.
En menos que tarda una cuchara de plástico en caer de un séptimo piso recorrimos más de quince metros.
Al llegar al contenedor de botellas tan verde y grande subimos con júbilo.
—¡Es verdad! —gritó Carlos mientras introducía el brazo por uno de los agujeros de dicho contendor.
Tardamos media hora en romper todas las botellas que teníamos al alcance. Eran ya las 6:30 pm. Cansados ya de tanto coger y romper, decidimos hablar hasta que las fuerzas volvieran. Y así lo hicimos. Pasaron tres cuartos de hora, osease eran las 7:15 pm.
Hablábamos sobre unos dibujos de la televisión.
—Sí, desde luego —criticaba Carlos—, no tienen argumento y además los personajes son, en su mayoría, cutres.
—No tienen ni chicha ni limoná —apoyé.
—No digáis burradas —dijo Mª José—. A mí me gustan.
Esa palabra resonó con tal dureza por todas partes que me extrañó. Ellos parecieron no haber notado nada y siguieron hablando:
—No seas tonta, esos dibujos no le pueden gustar a nadie que sea normal.
—No me vas a decir que soy anormal.
—¡Pues sí!
Dicho esto los dos se miraron con rabia.
Entonces lo advertí. La calle estaba sin coches y sin peatones. Cerca de nosotros había una panadería y también había una tienda de ropa y, para colmo, un bar… ¡no había nadie en cincuenta metros o más metros a la redonda!
No lo tomé por sospechoso pero sí como curioso.
—¿Habéis notado qué silencio? —pregunté.
Antes de que me pudieran contestar el contenedor se vino abajo, se lo tragó la tierra, así, sin más.

*Caza de botellas: dicho juego consiste en coger botellas del contenedor y lanzarlas de nuevo rompiéndolas así. Es un poco hortera.


Escrito entre 1994 y 1995

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