jueves, 24 de febrero de 2011
Calle de Cartagena, 2
domingo, 20 de febrero de 2011
El sueño de Lara
De algún modo soñar es también estirar el espacio que habitamos y hacerlo infinitamente más grande sin moverse del sitio. Por eso Lara aquella noche soñaba que dormía, que se veía a sí misma durmiendo y que en el interior de su habitación todo estaba a oscuras y en silencio. Pero algo andaba mal. Lara no sabía si avisarse despertándose o salir corriendo y dejarse sola cuando, de repente, un bulto negro pero brillante comenzó a descender del techo. El techo altísimo y el bulto muy grande. Se desplazaba en el aire hacia abajo despacio y en línea recta y, además, había en él algo que no paraba quieto. Al acercarse un poco más, Lara, paralizada por el terror, pudo ver las patitas finas y duras cuyo movimiento era delatado por diminutos destellos intermitentes. Colgada de un hilo reluciente, esa enorme y negra araña —era ya evidente su naturaleza— se dirigía hacia ella misma, hacia la Lara que dormía.
Sin darle tiempo a reaccionar, la araña cayó de golpe sobre la cama y Lara se echó las manos a la cabeza, desesperada. De repente, alguien saltó de entre las sábanas y huyó hacia la puerta. Lara comprobó que se trataba otra vez de ella misma.
Entonces, ¿quién era esa otra persona que permanecía junto al enorme insecto? Lara se acercó todo lo que su temor le dejó para descubrir que quien permanecía allí era Diego, como si él hubiese sido en algún momento parte de Lara, como si el descomunal insecto hubiese partido en dos algo que antes había sido uno, o como si aquella araña oscura hubiese salido alguna vez de la cabeza de Diego y volviese ahora, después de dar un inmenso rodeo, para dormir al lado de su padre. Quizá todo ello junto.
Todavía con temblores en las piernas, Lara salió de su habitación y encontró la puerta de la calle abierta. Cualquiera podría haber entrado. Quiso cerrarla rápidamente, pero alguien subía los escalones de dos en dos diciendo:
—¡Espera! ¡Espera!
Lara reconoció a la persona. Era un chico delgado y joven. Con el pelo oscuro y rapado. Los dientes amarillos. Llevaba una llave encima de cada oreja. A pesar de todo, y contra todo pronóstico, dejó entrar en casa al chico. Era Sergio.
jueves, 17 de febrero de 2011
TRACTATUS VALLERUS
1. La Vall d’Uixó és un cas (com un cabàs).
1.1. La Vall d’Uixó és la totalitat dels fils, no dels seus habitants.
1.1.1. La Vall d’Uixó ve determinada pels fils d’esta teranyina, i per ser estos tots els seus fils.
1.1.2. Perquè la totalitat dels fils determina el que és el cas i també tot allò que no ho és.
1.1.3. Els fils a la consciència col·lectiva són la Vall d’Uixó.
1.2. La Vall d’Uixó es descompon en fils.
1.2.1. Alguna cosa pot ser el cas o no ser-lo, i tota la resta persistix igual.
2. Allò que és el cas, els fils, és el donar-se efectiu de la teranyina.
2.1. La teranyina és una connexió de vallers.
2.1.1. Poder ser part integrant d’una teranyina és essencial al valler.
2.1.2. En un poble no res és casual: si l’habitant pot ocórrer en la teranyina, la possibilitat de la teranyina ha de vindre ja prejutjada en l’habitant.
2.1.2.1. Si conec al valler, conec també totes les possibilitats de la seua ocurrència en la teranyina.
2.2. Allò que és fixe, allò persistent i el valler són una y la mateixa cosa.
2.3. El donar-se i no donar-se efectiu de la teranyina és la realitat.
2.3.1. La realitat total és la Vall d’Uixó.
domingo, 13 de febrero de 2011
Viaje insoportable
Lo que realmente ocurrió (pila de platos por fregar)
Lo que percibió Currito Esbrí
Lucía
11-Feb-11
jueves, 10 de febrero de 2011
Ejemplo inventado para explicarme
sábado, 5 de febrero de 2011
Calle de Cartagena, 1
Ha dejado de llover hace poco y siento el frío en las mejillas y en los ojos. Los coches reclaman su vasto espacio y me agarro a la acera para caminar sobre ella. Pronto oigo más pasos a mi alrededor. La calle de Cartagena está siempre llena de gente. Casi nunca se repiten sus caras, pero todas me son familiares por el mero hecho de pasar por allí, de compartir un espacio que nos es cercano a todos. Pero compartimos aún otra cosa.
Los pasos siempre se dan dos veces. Al menos son dos los espacios que recorremos cuando andamos por la calle de Cartagena. Es por eso por lo que los espejos nos fascinan, aunque ya hayamos aprendido a ignorar esa fascinación. La representación de un espacio doble que ellos nos ofrecen guarda una parte de verdad. Del mismo modo que cuando nos duchamos no solo nos limpiamos por fuera, andar por la calle es avanzar también hacia dentro.
Comparto esto con todos mis compañeros de viaje. Les miro a los ojos con respeto porque no es cualquier cosa recorrer esta calle, aunque hayamos aprendido a no darle importancia, como con los espejos; y porque también son yo, soy ellos.