Tengo en el bolsillo del abrigo una moneda de diez céntimos. Me paso todo el invierno jugando con ella cuando salgo a la calle. A veces la uso para pagar, pero tarde o temprano la repongo. Tampoco pienso mucho en ello. Simplemente juego con la moneda. Consigo hacerla girar de tal modo que da una vuelta en el aire, rebota en el índice y da otra vuelta hasta caer en el pulgar. He alcanzado tanta práctica con este juego que puedo repetirlo de forma impecable una y otra vez. Lo curioso es que he intentado hacerlo en casa, es decir, fuera del bolsillo de mi abrigo, pero no lo consigo. Debe de haber alguna relación entre esto y la tela. Quizá roce con las paredes del bolsillo de una determinada manera que le permita dar precisamente las vueltas que da y del modo en que lo hace. Da igual. Hoy, jugando con ella mientras volvía del trabajo, me he dado cuenta de que no puedo enseñarle a nadie lo que hago dentro del bolsillo de mi abrigo.
Cuanto daño hizo el menda que escribió un cuento sobre otro menda intentando ponerse un jersey
ResponderEliminarOye, guapa, a ver qué pasa con Cortázar, que mola mil...
ResponderEliminarA mí también me ha recordado a Cortázar.
ResponderEliminarYo mañana tengo que dar vueltas a una moneda delante de una clase de 30 y pico adolescentes. Ya veremos cómo se me da...
Me mola que escribas tanto...¿Me mola que escribas tanto? :D ¡Sí!
Ay, dios mío! Me tienes que contar cómo ha ido lo de los adolescentes y la moneda, que me muero de curisidad.
ResponderEliminarPues lo de que os recuerde a Cortázar es un cumplidazo, mira.
Soy muy pesao. Tanto escribir, tanto escribir...